miércoles, abril 07, 2004

Mi mano o mi pene o mi cerebro o ninguno

¿Por dónde empezar a fijar el pensamiento? Y, por otra parte, ¿es posible hacerlo? Sobre el pensamiento, es posible afirmar que existe. Está ahí. Se desenvuelve según ciertas leyes (que no son las de la lógica, porque no se habla aquí del pensamiento lógico).

El pensamiento no es estático, aunque el tiempo en que se desarrolla no se corresponde en nada con el que marcan las agujas del reloj ni los calendarios ni el movimiento de las estrellas. Al no ser estático, invariablemente cambia, en este instante ya no es lo que era. Avanza mediante una dialéctica en la que intervienen una galería de caracteres distintos, aunque para una mejor comprensión se lo centraliza en un solo fenómeno. Se podría hablar de las voces del pensamiento, no del pensamiento.

El pensamiento tiende a buscar el equilibrio entre esas voces, contradictorias entre sí. Y este equilibrio sólo es posible de alcanzar, como todo equilibrio, cuando se anulan las variables asimétricas. En esta búsqueda, desesperada podría decirse, del equilibrio, el pensamiento, si no cuenta con armas y estrategias adecuadas, puede quedar empantanado en callejones sin salida. Estos son situaciones del pensamiento que se repiten, sin dar lugar nunca a una salida, para comenzar nuevamente desde cero, en otro lugar. Casi consiste, esta espiral del pensamiento, en una suma de intuiciones inmediatas e inconclusas, que la estructura que el pensamiento ha formado repite, como si se tratara de un molde que lo reproduce. El pensamiento busca verse reflejado en el mundo sensible, para así tener una constancia narcisista de su eficacia. De esta manera, uno cree, con suma satisfacción, ver corroboradas en la “realidad” estas predisposiciones psíquicas.

Creo que la verdad es horrible. Por eso todas mis conclusiones me llevan a afirmarlo. Parto de una creencia en la que mi espíritu se haya sentado cómodamente, porque el pensamiento es un animal perezoso que busca el equilibrio para dejar de moverse.

¡El mundo de las cosas me es tan lejano! Estoy enfermo, y mejor sería morir, dejar de pensar.

¿Quién piensa mis pensamientos? ¿Quién es yo? ¿Mi mano o mi pene o mi cerebro o ninguno?

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