miércoles, junio 02, 2004

Aforismos de Kafka

No hace falta introducción al tema... disfrútenlos.

4. Muchas ánimas de difuntos se ocupan exclusivamente de lamer las orillas del río de los muertos, porque procede de nuestro mundo y mantiene todavía el sabor salado de nuestros mares. Entonces el río se eriza de repugnancia, invierte la corriente y arrastra de nuevo a los muertos hacia la vida. Ellos, sin embargo, están felices, entonan cánticos de gratitud y acarician las indignadas aguas.

6. El instante decisivo del desarrollo humano es continuo. Por ello los movimientos revolucionarios que declaran la nulidad de todo lo acaecido con anterioridad tienen razón, pues todavía no ha ocurrido nada.

9. A es muy engreído. Cree haber progresado mucho respecto al Bien, ya que se siente sometido, por lo visto como un objeto constantemente seductor, a cada vez más tentaciones procedentes de direcciones que hasta ese momento desconocía por completo.

10. La explicación correcta es, sin embargo, que un gran demonio le ha poseído y que la infinidad de los pequeños se acerca para servir al grande.

13. El primer signo del conocimiento incipiente es el deseo de morir. Esta vida parece insoportable, cualquier otra, inalcanzable. Ya no se siente vergüenza de querer morir; se solicita que nos lleven desde la antigua y odiada celda a una nueva que, a partir de ese momento, aprenderemos a odiar. Un resto de fe contribuirá a ello. Durante el transporte pasará casualmente el Señor por el corredor, verá al prisionero y dirá: «A éste no debéis encerrarle de nuevo, viene conmigo.»

20. Unos leopardos penetran en el templo y beben de las copas sagradas hasta vaciarlas del todo. Este hecho se repite una y otra vez. Finalmente se hace previsible y se convierte en parte de la ceremonia.

48. Tener fe en el progreso no quiere decir que ya se haya producido algún progreso. Eso no sería tener fe.

74. Si lo que en el paraíso supuestamente se destruyó, era destructible, entonces no era decisivo; si era, sin embargo, indestructible, entonces nuestra fe es falsa.

76. Ese sentimiento: «aquí no anclo» - ¡Y, al mismo tiempo, sentir alrededor la marea creciente y agitada!

84. Fuimos creados para vivir en el paraíso; el paraíso estaba destinado a servirnos. Nuestro destino fue cambiado, que lo mismo ocurriera con el destino del paraíso, no ha sido dicho.

(De El Proceso)
-Aquí están mis documentos de identificación.
-¿Qué nos importan a nosotros sus papeles? -gritó el vigilante alto-. Usted se comporta como un niño enfadado. ¿Qué quiere usted? ¿Pretende que, al discutir con nosotros, los vigilantes, sobre legitimación y orden de detención, termine con mayor rapidez su gran y maldito proceso? Somos empleados del nivel más bajo, que no entendemos nada de documentos de identidad y que no tenemos nada que ver con su causa excepto por el hecho de vigilarle diez horas diarias, para lo que se nos paga. Eso es todo lo que somos, sin embargo somos capaces de darnos cuenta de que las altas autoridades, a cuyo servicio estamos, antes de disponer una detención semejante se informan con exactitud sobre los motivos de la detención y sobre la identidad del detenido. No hay ningún error. Nuestras autoridades, tal y como las conozco, y sólo conozco los grados más bajos, no buscan la culpa en la población, sino que, como dice la ley, se ven atraídas por la culpa y tiene que enviarnos a nosotros, los vigilantes. Eso es ley. ¿Dónde podría haber un error?
-Esa ley no la conozco -dijo K. -Peor para usted.
-Sólo existe en sus cabezas -dijo K, que quería penetrar de algún modo en los pensamientos de los vigilantes, ponerlos a su favor o familiarizarse con ellos.
Pero el vigilante sólo dijo de un modo reservado:
-Ya se hará que usted la sienta.
Franz se inmiscuyó y dijo:
-Mira, Willem, lo confiesa, no conoce la ley y al mismo tiempo afirma su inocencia.
-Tienes razón, pero no hay manera de que comprenda nada -dijo el otro.


Estoy aquí, en la ciudad, desde hace ya más de veinte años. ¿Puedes imaginarte lo que eso representa? Veinte veces he pasado aquí cada estación del año (...). Los árboles han crecido durante veinte años, qué pequeños deberíamos volvernos entre ellos. Y todas esas noches, ya sabes, en todas las casas. Una vez nos apoyamos en esta pared, otras en aquella, así la ventana gira a nuestro alrededor.


25 de octubre. Triste, nervioso, corporalmente mal, miedo de Praga. En la cama.

- El mundo horrible que tengo en la cabeza. Pero cómo liberarme y liberarle sin tener que desgarrar. Y es mil veces mejor desgarrar que retenerlo o enterrarlo en mi interior. Para eso estoy aquí, eso me es del todo claro.
(Diarios)

- ¿Te he dicho alguna vez que admiro a mi padre? Que él es mi enemigo y yo el suyo, como está determinado por la naturaleza, ya lo sabes, pero además mi admiración por su persona es quizá tan grande como el miedo que le tengo.
(A Felice)

- El escritor que hay en mí morirá, naturalmente, enseguida, pues una figura semejante carece de suelo, de consistencia, no es ni siquiera de polvo; sólo es posible en la vida terrenal más absurda, sólo es una construcción de la sensualidad. Éste es el escritor. Yo mismo, sin embargo, no puedo seguir viviendo, puesto que no he vivido. He permanecido siempre barro, no he logrado que la chispa se convirtiese en fuego, sólo la he utilizado para iluminar al cadáver. Será un entierro peculiar: el escritor, algo, por consiguiente, inconsistente, entregará al viejo cadáver, al cadáver de siempre, a la tumba.
(A Max Brod )

- La muerte tuvo que sacarle de la vida del mismo modo en que se saca a un inválido de una silla de ruedas. Estaba aferrado a la vida con la misma fuerza y peso con los que el inválido se sentaba en la silla de ruedas.
(En: Fragmentospóstumos)

- El suicida es el preso que ve cómo levantan una horca en el patio de la prisión, cree erróneamente que está destinada a él, huye de la celda por la noche, baja y se cuelga.
(En: Fragmentos póstumos)

- Amor significa que tú eres para mí el cuchillo con el que remuevo mi interior.
(A Milena)

Amé a una mujer que también me amaba, pero la tuve que abandonar.
¿Por qué?
No lo sé. Era como si estuviera rodeada de un grupo armado, cuyas lanzas apuntaban hacia afuera. Cuando me acerqué entré en su radio de acción, fui herido y tuve que retroceder. He sufrido mucho.
¿La mujer no tenía culpa de nada?
No lo creo, o mejor dicho, lo sé. La comparación anterior no era completa. Yo también estaba rodeado por un círculo de gente armada, cuyas lanzas apuntaban hacia el interior, es decir hacia mí. Cuando intentaba ir hacia la mujer topaba primero con las lanzas de mi gente armada y no podía avanzar. Quizá nunca he llegado hasta el círculo armado de la mujer y si hubiera llegado lo habría hecho ya sangrando y sin conocimiento.
¿Se ha quedado sola la mujer?
No, otro ha podido penetrar hasta ella, fácilmente y sin impedimentos. Yo he mirado, agotado por todos mis esfuerzos, con indiferencia, como si fuese el aire a través del que sus rostros se rozaron en el primer beso.
(En: Fragmentos póstumos)

1 comentario:

Ricardo dijo...

Tanto que necesitarè leerlos mañana a la luz del dia..
interesante blog.