La trampa es la siguiente: confundimos nuestros intereses con los de quienes están del buen lado de la mecha, el lado que enciende.
Mejor dicho, queremos, deseamos deseperadamente convencernos a nosotros mismos de que pertenecemos al bando que tiene el fueguito.
Así, festejamos el orden de las cosas, pues nos parece razonable. ¡Soy un animalito tan domesticable! La fuerza de la costumbre me fuerza a acostumbrarme a lo dado, hasta el punto de que, nacido bajo el signo de los oprimidos, festejo a mis opresores pues los admiro.
Libros para que te bajes
jueves, mayo 06, 2004
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