martes, enero 15, 2008

¡Caíste , Britney Spears!

Por los poderes que me asisten, hago aquí y ahora, ante todos los presentes, el siguiente vaticinio:

"De aquí a cuatro años, Britney resurgirá de sus cenizas y nos sorprenderá a todos con un nuevo disco en el cual reafirmará su lugar de reina del pop. Y todos lamerán la miel de su vagina dorada, pues ella, en su plena sabiduría, dejará siempre entreabiertas sus piernas".

Y que el alma de Jim Morrison me azote las nalgas si esta profecía no se cumple.

Me fascina y me asquea —y no me sorprende— los minutos de aire que dedican los canales de TV para mostrarnos a la princesa del pop caída en desgracia y sin príncipe a la vista.

Allí están las fotos, para atestiguar la desgracia: Granos, pelos revueltos, gordura, piernas abiertas, papelones en público, un show para el olvido, dos bebés desmadrados, un papá apadronado, y tantas más que me he perdido.

Una de las frases más sabias que escuché en mi vida, es también la más simple: "Lo que Juan dice de Pedro, dice más de Juan que de Pedro".

Y lo que los medios nos dicen de ellos mismos es que siguen siendo la misma miserable picadora de carne, insaciable travesti —con perdón de los travestis— dotada de gigantesco falo y tetas, que cuando no te obliga a chupar unas, te entierra el otro hasta el moño.

Britney, pobre nena-mujer, que no has vivido nunca esas borracheras adolescentes que se ríen al otro día en la esquina, preocupada siempre por ser la mejor, la que más baila y canta y la más hermosa.

Britney, tú que fuiste la alumna más aplicada del colegio, el más lindo espejo del American Dream, ahora has despertado rapada y sin tenencia de tus hijos.

Britney, nena regordeta de un pueblito estadounidense que calentaste al mundo con tu primera aparición, esa en la que caminabas como una gata por los pasillos de tu resplandeciente high-school, tapada apenas por una pollera roja a cuadritos y una leve camisa blanca anudada en ese vientre.

Britney, que lamiste la boca de Madonna, que te fumaste un porro y fue escándalo, que pariste dos veces y engordaste (¡ay, pecadora!).

Britney, nunca me gustaste (es un decir, pues tu imagen se me ha sentado en la retina; y, además, la versión de "Hit me baby one more time" de Mike Patton es IN-CRE-I-BLE y me mostró que ese es un temazo). Te desprecié —y quién mierda soy yo parta hacerlo, por supuesto— por ser el estandarte de una industria musical decadente que se chupa la carne de los pendejos más hermosos y tira los huesos para hacer hot dogs. Como si a todos nosotros, cada uno en nuestros trabajos, no nos hicieran lo mismo, y ni siquiera dejaremos fotos hermosas tras nuestro.

Y ahora caíste. Y le mostraste al mundo que no sos perfecta. Y lo hiciste a lo grande, una tras otra. Caíste en caída libre.

La mala suerte a veces no es mala, sino sincera.

Y se me ocurre que ahí está, todavía, tu talento innegable, tu talento que dejaste tapar por las sombras de maquilladores, managers, coreógrafos, esteticistas, personal trainers y agentes de prensa y periodistas y todas esas putas del show.

Vamos, Britney, que un tropezón no es caída. Brindaré el día que saques ese disco, que será un gran disco, en el que nos cuentes cómo fue de oscura y profunda la caída por el agujero, y lo que has visto del otro lado.

Vamos Britney, reiré contigo cuando vea como todos los chupaculos del espectáculo se inclinen para lamer tu dorada vagina, y tu susurres a cámara "ooops, i did it again".